RECOGER LOS SABERES QUE SE CAYERON DEL NIDO
Presentamos el segundo posfacio, por Baptiste Morizot, para Habitar como un pájaro. Modos de hacer y de pensar los territorios, de Vinciane Despret
“¡Un libro sobre los pájaros! Será bucólico, espiritual, delicado, cozy como un nido”. Pero no, ni un átomo de sentimentalismo: el libro de Vinciane Despret está poblado de discordias, de desacuerdos, de deliberaciones interminables. “De acuerdo, nos estafaron –diremos–, no era un libro sobre los pájaros, sino sobre los científicos que hablan de ellos, sobre las controversias científicas”. Pero no, tampoco. Sí es un libro sobre los pájaros, ante todo porque es un libro para los pájaros. No en un sentido militante (“Los pájaros, ¿estoy a favor!”. Desde luego, ¿pero quién está en contra?). Más bien en el sentido en que decimos “es para ti” cuando damos un obsequio. Y sin embargo, ellos no saben leer.
Esta sensación de que a ellos se les regala algo, se me apareció algunos días después de haber cerrado el manuscrito. Estaba leyendo una novela al sol. Escucho el canto de un pájaro. Me pongo contento, porque reconozco de oído al mosquitero común. No obstante, algo me inquieta: es que no sé mucho más, solo sé el nombre de su especie. Es ridículo, es incluso insultante para él.
Pero al mismo tiempo tengo una sensación nueva: la de que ese canto susurra mil significaciones y usos que se me escapan, como un jeroglífico sobre un palimpsesto raspado y reescrito varias veces. La certeza de la existencia de esos sentidos múltiples, no jerarquizados, la obtengo de la lectura de Habitar como un pájaro: es solo el canto de un pájaro, y sin embargo unas mentes humanas han desplegado tesoros de inteligencia para captar su sentido; han multiplicado las hipótesis, han debatido, no llegaron a zanjar la cuestión. Las tres notas del canto del mosquitero están literalmente forradas con las centenas de páginas de razonamientos ornitológicos, de discordias, de hipótesis audaces. Tres tontas notas, y sin embargo los prodigios de la inteligencia colectiva humana no le han encontrado la vuelta, no han dicho la última palabra.
En mis trabajos filosóficos y de escritura, a menudo intento volver a describir a los seres vivos haciendo visible su riqueza a través de la densidad de su historia evolutiva, sus maneras de vida significantes, sus tejidos, sus libertades combinatorias. Se trata de enriquecer lo viviente con el murmullo de su evolución interminable, que sedimenta en él una historicidad infinita, plural y disponible en el presente para inventar su vida. Es mi manera de intentar restituirle a los seres vivos su dignidad ontológica, su grandeza incompresible, que presiento sin comprenderla demasiado. En este libro, Vinciane Despret inventa otro camino, que se comprende mejor por contraste: asciende a la misma cumbre, pero por la otra cara. Pues ha embutido en cada comportamiento vivo otro infinito, el de la controversia humana interminable, el de la hermenéutica sin fin, el de la discordia de las inteligencias. Y es un enriquecimiento más desnaturalizante que el de cualquier razonamiento ecológico o evolutivo clásico.
Para ello, opera discretamente un cambio de régimen al examinar las ideas enfrentadas. En efecto, en la historia de las ciencias las ideas no tienen todas el mismo estatus. Las explicaciones, tal como se las considera en las ciencias de la naturaleza clásicas, se comportan de cierta manera: se suprimen entre sí. Esquemáticamente: la última siempre anula todas las precedentes. Por ejemplo, la teoría de la evolución darwiniana anula, cuando se impone, a las teorías lamarckianas, buffonianas, linneanas del origen de las especies. En cambio, se sabe que cuando se analiza una obra de arte o una novela, las interpretaciones tienen una naturaleza diferente: se alían, se reticulan, se enriquecen. La última recompone, relativiza, rearticula las precedentes, pero tejiéndose con ellas. En ciertos aspectos, en las ciencias sociales sucede algo intermedio: cuando emerge una nueva idea sobre el origen de la Revolución francesa, o sobre el fin del Siglo de oro español, algunas explicaciones son desestimadas, pero la mayoría de las veces la nueva proposición se articula, deformándolo, con el edificio que las integra a todas. En este espacio intermedio, el espacio no popperiano de las ciencias históricas, el trabajo de Vinciane Despret hace que migren, sin bombos y platillos, las ciencias del comportamiento animal: no se renuncia a evaluar las hipótesis, a apartar las menos creíbles y las menos interesantes, pero las demás se articulan, a veces se jerarquizan, sin que la última anule las precedentes.
A través de este gesto, Vinciane Despret no crea nuevos saberes sobre los pájaros sino que transforma el estatus epistemológico de los saberes sobre los pájaros: alojados otrora en el imperio despiadado de las explicaciones, regido por la lógica competitiva y sustractiva propia de las ciencias naturales mainstream, ella los ha repatriado y recogido en el mercado abigarrado y cosmopolita de la interpretación, que es cooperativo e integrativo.
Sustituyó los abordajes explicativos por un abordaje hermenéutico. Esto es parte de la rareza de este pequeño libro que intenta elucidar sin querer explicar, que recluta todas las tentativas de explicaciones ornitológicas para desactivarlas en cuanto que “explicaciones científicas”, es decir definitivas y excluyentes, para desviarlas como se desvía un avión, para convertirlas en interpretaciones que se acumulan y se componen en lugar de anularse. Las explicaciones se matan entre ellas por exclusión competitiva, mientras que las interpretaciones se articulan, juegan juntas (como juegan juntos los lobeznos). Aquí, elucidar un comportamiento animal no es encontrar la verdadera ley de la naturaleza, la causa primera, la ecuación definitiva, es poner en escena el debate interminable sobre sus significaciones posibles. La historia de las ciencias tradicional es a menudo un cementerio de ideas muertas. En este libro el cementerio florece.
Siguiendo este camino, a través de la controversia humana interminable sobre los sentidos de sus comportamientos, los seres vivos manifiestan que no pertenecen a la materia bruta y miserable, que son mucho más que eso, una supermateria cuyas potencias se nos escapan, sin ser por eso sobrenaturales.
El libro, entonces, no deriva hacia nosotros: no concluye lecciones sobre los humanos extraídas de la observación de las controversias científicas. Los pájaros no sirven de espejo para el humano, el propósito no está clavado sobre el planeta Homo por la fuerza gravitacional del antroponarcisismo (como cada vez que los humanos hablan de los animales para solo hablar de sí mismos). Al contrario, aquí se enriquece a los pájaros con toda la deliberación humana: se invierte la relación medio/fin. Ya no se trata de recuperar la delicadeza del ruiseñor y la astucia del cuervo como blasones para enriquecer la simbología humana, sino de secuestrar la investigación, las ciencias, los pensamientos de los humanos, para enriquecer la vida no humana.
Esto abre dimensiones más profundas en la experiencia del canto de un pájaro, en las tres notas del mosquitero común. Ya no es necesario que los animales sean capaces de manipular herramientas, de contar, o de ser “más inteligentes de lo que uno cree” (la estrategia clásica para intentar revalorizarlos) para que sean inagotables. El comportamiento más estereotipado, el canto más tosco, ya es siempre más complicado de interpretar de lo que somos capaces. Tiene la infinidad de la exégesis talmúdica. Lo vivo está sobrepoblado de inteligencia acéfala.
Qué magnífico truco de magia. Si los humanos agotan su inteligencia para comprender las tres notas del canto de un mosquitero, es que esas tres notas, por un absurdo silogismo, son más inteligentes que ellos (en un sentido distinto de inteligencia, el de los misterios paganos, simples e insondables).
Baptiste Morizot