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“Cambiar la confusión por la claridad”

“CAMBIAR LA CONFUSIÓN POR LA CLARIDAD”

Prefacio a El arte como juego, de François Zourabichvili
por Jean-Luc Nancy

El pensamiento de François Zourabichvili manifestó su vigor, su vivacidad y su agudeza en los libros y los artículos que publicó. Un capítulo de La Litteralité et autres essais sur l’art [La literalidad y otros ensayos sobre el arte] aborda la cuestión del “arte como juego”, que es el objeto del curso cuya transcripción nos brinda Joana Desplat-Roger. Un curso no es idéntico a un texto, por más proximidad que haya entre los contenidos intelectuales. El capítulo del libro es una conferencia de 2004, el curso data de 2005/2006: sería sabroso fijarse en el detalle de las variaciones, de las diferencias debidas por un lado a los avances de la reflexión y, por el otro, al pasaje de un congreso a un aula, siendo que ambos procesos, por cierto, están en su caso muy vinculados. Por lo menos, las notas de los estudiantes son testimonio de una enseñanza rigurosa, ordenada y expuesta y, al mismo tiempo, un pensamiento en acto. Algo que no asombrará a quienes lo conocieron: pocas veces hablaba de manera relajada, siempre era cuidadoso de “cambiar la confusión por la claridad”, como dice en el curso.

También se podría hacer de esta fórmula una marca característica, incluso de carácter, de su autor. Llevar lo confuso o lo oscuro a la claridad, a cualquier precio, con cualquier riesgo, podría haber sido para él una máxima: no simplemente por el hecho de que cualquier filosofía tendría que ser conforme a esto, sino en el sentido en que se trata para él de la claridad sensible (por lo tanto, ella misma de alguna manera confusa, como explica). El arte está a cargo de esa claridad y de su necesidad imperiosa, y es esta responsabilidad lo que debe comprender la filosofía a través del motivo del juego. Pero es también hacia esa necesidad donde la filosofía misma debe esforzarse en ir.

El autor lo muestra en particular en el pequeño “curso anexo”, dedicado a un cuadro, y también lo muestra en los acentos particulares que encuentra a propósito del cine y de la música, esto es, a propósito de los dominios o registros que mejor registran, para él, lo que designa como “autonomía de la expresión”. Veía con pasión los films de los que habla (y los otros), y además era pianista. Tenía experiencia en lo que denomina “ser traicionado por la expresión”.

Sin dudas, se vio llevado por un deseo potente, quizás desmesurado, a dejarse traicionar de este modo: a dejarse llevar más lejos de donde podía mantener el control, a dejar que la filosofía fuera alcanzada por el arte, o sea la palabra por el silencio.

Poder sentir algo de ese deseo mediante la lectura de esta transcripción de curso es la chance que brinda esta publicación y aquellas y aquellos que lo desearon y realizaron en el nombre de su presencia enseñante, esclarecedora. Y así es brindada a todos, comenzando por sus más próximos, que compartieron su presencia en vida, así como también su ausencia.

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