DEBAJO DEL PROCESO, OTROS PROCESOS
Reseña de El gesto menor, de Erin Manning (Cactus, 2025),
por Fernando Marasso
Publicado originalmente en el Quaderno de Fernando Marasso
¿De qué va el gesto menor que da el título a la obra de Manning? En principio debemos pensar en dos gestos. El gesto mayor es aquel que tiene una categorización o codificación: una mujer levanta la mano en una parada de colectivos. El colectivo para. Nadie se sorprende del colectivo y muchos menos del levantamiento de mano. Ya formado y pensado, el gesto mayor es visto por todos como aquello que hay que hacer en determinado momento y contexto. Forman parte de las líneas molares (al decir deleuze-guattariano), es decir, aquellas líneas que estructuran (perdón por usar esta palabra maldita) los espacios y los saberes, y que se van estableciendo como aquellos lugares de lo cotidiano.
El gesto menor, en cambio, es el movimiento pre-formativo, sutil y relacional que sucede antes de que la conciencia lo capture y lo convierta en una acción con propósito. Es la micro-percepción, el afecto, la vibración o la tendencia que está en proceso de devenir. Incluso, se anima a decir la Manning, son aquellos gestos que, imperceptibles, “hacen temblar las líneas que componen lo cotidiano. Debajo del proceso habría otros procesos, pequeños por inaccesibles y con un devenir continuo, pero con la fuerza de los terremotos. Si en El AntiEdipo, el modelo de los flujos descodificados era el esquizo, en esta obra el modelo es otro.
Aquí viene lo original. Manning introduce la percepción. Este es quizás el punto más importante. Se utiliza la experiencia autista, no como un “déficit” o una “patología”, sino como un modo de percepción que está fundamentalmente más sintonizado con el gesto menor. Si la percepción neurotípica filtra la mayoría de los estímulos, por intrascendentes, y se enfoca en los gestos mayores, la percepción autista, según Manning, está más abierta a este “exceso” de lo relacional y lo procesual. Por lo tanto, el autismo no es una incapacidad para relacionarse, sino una hipersensibilidad a la relacionalidad misma y, por tanto, deviene insurgencia de los modelos de percepción que funcionan como norma.
La neurotipicidad es performativa. Produce métodos de enseñanza, de evaluación y de estudio. Por eso, la autora le dedica muchas líneas a repensar los métodos, puesto que estos, al formar parte de las líneas molares, no harían otra cosa que tratar de amoldar lo neurodivergente a sus propias normas neurotípicas.
Si, como dice Manning, “la percepción autista es la apertura, en la percepción, a lo no categorizado, a lo no clasificado” y crea nuevas ecologías de relación entre lo existente, es momento de pensar una ética nueva que tenga en cuenta estas maneras de relación con el mundo.
Al centrarse en el “gesto menor”, la autora hace una crítica política. Critica una sociedad “capacitista” (que privilegia ciertas capacidades neurotípicas) que descalifica otras formas de experimentar el mundo.



