HACER QUE TAMBALEE TODO
Reseña de Seminarios I. Agenciamientos y máquinas abstractas ¿qué hacer con las singularidades?, de Félix Guattari, por Ana Laura García y Fernando Stivala, publicada en la Revista de Educación, Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
(Publicado originalmente en Revista de Educación)
Félix Guattari va con todo y quiere arrasarlo todo, como un terremoto que viene a sacudir todas las inercias. Justo lo que necesitamos en momentos como estos. El Seminario I discurre como una conversación entre amigos y colegas a lo largo de seis encuentros que se extienden desde diciembre de 1980 hasta mayo de 1981. Guattari se propone abrir y discutir algunas de las ideas centrales que viene formulando desde su colaboración con Deleuze en El Anti-Edipo (1972).
Insiste en que los pensamientos y los cursos (sesiones los llama él) tienen que servir efectivamente a las personas. No le interesan las exposiciones y menos aún, defender sistemas teóricos. Sabe que, si se quiere analizar, acompañar, recorrer, pensar la vida con alguien, con un grupo o en una época, es necesario romper con todo sistema. Pero no es un romper porque sí, sino porque sabe que de esa manera se puede escuchar un problema con la mayor cantidad de matices posibles y con la menor cantidad de prejuicios teóricos e ideológicos factibles. Por eso va con todo, y quizás por eso también, su clínica se llama esquizo-análisis. Un análisis de las situaciones alocado, no normalizado, en el cual se busca escuchar lo que viene como una manera de no querer referenciarlo a otro sistema, a otra representación, menos a un símbolo o a un significante.
Dice “calibrar de manera exacta” (Guattari, 2024: 12). Calibrar siempre es de manera exacta, no en el sentido de acertar a una interpretación, sino porque se está ahí, como llamaba su colega Jean Oury a la transferencia: “estar ahí”.
En la primera sesión del Seminario, el 9 de diciembre de 1980, Guattari expresa entre otras cosas: “para mí, solo tendría sentido (este seminario) si funciona. Es decir, de manera muy precisa, si los diferentes avances teóricos que propongo aquí, sirven efectivamente a las personas” (Guattari, 2024: 12)
(…) “hacer que tambalee absolutamente todo, incluidas cosas que parecen evidentes porque uno las arrastra desde hace veinte, treinta años. Eso es todo” (Guattari, 2024: 12).
De esta manera, Guattari nos presenta una herramienta que llamará “pragmática”, “analítica” o “esquizoanálisis”. En la misma época, están escribiendo junto a Gilles Deleuze Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Tenemos que hacer el esfuerzo de conectar los problemas que nos pasan, sean a nivel individual o colectivo, con las teorías o lecturas de otros tiempos. No es un para qué nos sirve descreído. Es un esfuerzo de probar los funcionamientos y a partir de ahí vemos con qué nos quedamos, con qué no, qué nos falta para seguir abriendo líneas, etc.
Que nos sirva. Porque así haremos micro mundos mejores. ¿Cambia todo el mundo? Seguramente no. Pero, como dice Deleuze en Nietzsche y la filosofía ([1962] 2016): sin eso el mundo entero sería más estúpido. Haremos micro mundos para que el mundo grande no sea tan estúpido. Guardamos tesoros que combaten la estupidez también para otras generaciones que no se conformen con lo que hallan en algoritmos resumidos del presente.
Tenemos una tarea que enfrentar y el pensamiento crítico que está dispuesto a mapearse, a problematizarse, nos sirve para ser menos estúpidos. Dada la estupidez que nos agobia, es posible considerar que la misma ha triunfado. Pero imaginemos lo que hubiera sido sin el pensamiento resistiendo, sin ese instrumento de lucha contra la estupidez, la cual se halla también en nosotros mismos. ¿Es posible combatir la propia estupidez? Para eso, necesitamos una ontología de la pluralidad o de la multiplicidad. Eso no quiere decir elegir en la variedad de la góndola capitalista. El sujeto es multiplicidad, estamos hechos de fragmentos, que por momentos se unen y se componen. ¿Podemos seguir llamando a eso identidad o estructura? ¿A qué costo?
Guattari abarca también la problemática del deseo, del motor que nos impulsa. Rompe con la ideología teórica de la economía libidinal. No se trata de eso. Prefiere hablar de agenciamientos maquínicos. Fragmentos que tienden a la existencia, que se unen y crean algo, que luego se solidifican, se acostumbran, se instalan. Es el Poder. El poder de lo que pueden las cosas para anclarse; y eso siempre tiende u oscila también hacia una desterritorialización, o fuga, o sea, a su propio desarme. Ese motor llamado “deseo” es reemplazado por algo más real. Fragmentos se solidifican y conforman un sujeto, un grupo, un colectivo, una época; y a la vez se cansan, se sintomatizan, se transforman y las cosas cambian. Eso es lo que lo va a llamar devenir, tanto al nivel de los cuerpos como de los enunciados. Si Foucault se ocupó de ver cómo funciona el Poder, y puso a prueba las ideas de Nietzsche en distintas prácticas, Guattari –junto a Deleuze– se ocuparon de ver cómo funciona lo que desarma el Poder actual de las cosas y las líneas que fugan.
Sigue Guattari, en el Seminario: “Lo que me interesa no es tanto discutir las cosas que afirmo. Imagínense que hay cierto umbral a partir del cual me cago en discutir lo que digo: si piensan algo distinto ¡muy bien! Es más bien ver si esto puede funcionar, si se lo puede poner en funcionamiento en las prácticas de cada uno. Este sería, en alguna medida, el objetivo de estos encuentros” (Guattari, 2024: 13).
Guattari se dirige a los psicoanalistas. Aunque, en un sentido más amplio, nos interpela como pacientes, docentes, artistas, filósofos, estudiantes, trabajadores de lo social, de la salud, consumidores descreídos, curioseantes, pensadores, cansados, disidentes, analistas de la psique, etc. El espectro es amplio: se dirige a quienes están viendo cómo vivir mejor, sin que los inmovilicen las circunstancias actuales. A quienes se interrogan sobre cómo tener a favor el cuerpo que somos, en contextos adversos. Qué podemos hacer con lo que recibimos. No se trata de aplastarnos ni de quejarnos, como diría Nietzsche… es recibir lo que nos va tocando para poder hacer algo con eso. Quizás por eso convoca el sentido de la clínica como la práctica de estar inclinados y receptivos a lo que nos toca. Lo contrario sería endurecernos caprichosamente con lo que teníamos previsto, con los ideales previos. Una clínica (nos) exige entrenar la capacidad de recepción, la capacidad de afectarse con las cosas. No hay manera sino, el otro camino es endurecernos, desensibilizarnos, anestesiarnos.
Guattari habla de jugarretas y está bien, porque necesitamos auto-cuestionarnos esas jugarretas. No se las puede dejar impunes por defensas corporativas. Hay un compromiso con lo que nos va pasando. Lo que acontece no se puede reducir a unos pocos -bien puestos- conceptos de la historia familiar. Porque los acontecimientos lo exceden y porque se hacen análisis de pocos matices. Así como Guattari y Deleuze ponen en tensión a Lacan, en la época de Freud también lo hicieron Jung, Victor Tausk, Reich, Lou Salomé, y el mismo Nietzsche, aunque no se conocieron personalmente.
El pensamiento práctico que propone Guattari a nivel del análisis de la psique y del cuerpo, no puede quedar preso en una zona de conformismo, ni de superstición (jugarretas interpretativas). En la actualidad, se escuchan o se leen psicoanalistas y también cientistas sociales en los medios de comunicación, donde la indignación en relación al presente es de coeficiente cero. Nada interpela, ningún riesgo a señalar, ningún peligro ni estupidez que denunciar o identificar.
Existen transformaciones que tenemos que pensar de una manera nueva. Los libros vienen del pasado y nos permiten hacer una actualización de algo que los autores mismos no conocieron. Hay obras o pensamientos cuya actividad va mucho más allá de la fecha en la que fue elaborada. Son máquinas que no se reducen al uso inmediato en una coyuntura. Siguen activas para otras. El problema cae sobre quienes leemos, escuchamos y/o analizamos. Y pensar el problema supone hacer un trabajo, analizar con qué conectamos, qué se suscita, con qué se chocan, qué nos traba.
Leer una situación o escuchar el dolor de alguien es capturar un fragmento de sentido y completarlo con un funcionamiento en la experiencia. El sentido no está todo entero en el texto, nunca puede estarlo. Hay más bien una conversación ya empezada donde se escucha algo interesante según un problema que se tiene (síntoma) y eso se usa como pieza de otra máquina de funcionamiento, de otro sentido. La experimentación es la exigencia de crear el sentido ahora, de potencias actuales. Ese actual no desaloja los saberes que traemos, lo trae como un material con el cual trabajar. No hay adaptación, sino trabajo. No hay reproducción, sino seguimiento, creación de sentido.
Hay una extraordinaria confianza de que los otros saben más de sí mismos que lo que uno cree que sabe sobre los otros. Es una obviedad, pero las instituciones de saber piensan lo contrario y así se dan las cosas. Sin embargo, hay un saber de sí. Todos tenemos un saber de sí mucho más sabio que lo que nos diga otro. El tema que tenemos que despejar es de qué se trata ese saber. Claramente no es un saber solamente de la conciencia. No es un saber al estilo receta. Ya sabemos lo que tenemos que hacer. Ya sabemos que fumar nos hace mal y lo tenemos que dejar. Sabemos que las cosas así no funcionan.
Como expresa Dosse (2007), “En el seminario de Guattari hay una fina atención a la contingencia y a la singularidad de las situaciones que lleva a rehabilitar el contenido que hasta entonces había tendido a desaparecer o quedar subsumido bajo las lógicas significantes. Por eso propone contar las propias experiencias corporales, sueños, angustias, etc.” (Dosse, 2007: 333). Todo eso tiene lugar cuando se trata de pensar. Lo único que no está permitido es moralizar, juzgar, suponerle a algo un bien o mal previamente. Porque ese juicio moral actúa bloqueando el pensamiento.
Esta es la perspectiva creadora que también propone Guattari junto a Deleuze en Mil mesetas ([1980] 2010) Una caja de herramientas esencialmente ética, política, y clínica. Así, en el capítulo “Tratado de Nomadología: La Máquina de guerra” expresan:
“Habría que oponer dos tipos de saberes, o de actitudes frente al conocimiento: una que consiste en “reproducir”, otra que consiste en “seguir” (…) seguir no es lo mismo que reproducir, nunca se sigue para reproducir. (…) Reproducir implica la permanencia de un punto de vista fijo, exterior a lo reproducido: ver circular estando en la orilla. Pero seguir es algo totalmente distinto que el ideal de reproducción. No mejor, sino otra cosa. Uno está obligado a seguir cuando está a la búsqueda de las “singularidades” de una materia, o más bien de un material, y no tratando de descubrir una forma (…) (Deleuze y Guattari, 2010: 377). Uno sigue y no reproduce cuando deja de contemplar la circulación de algo, sino que es arrastrado por ese algo turbulento.
Dejarnos arrastrar. ¿A esto lo llamaremos esquizoanálisis? No sabemos, no importa. Aunque Guattari nos sigue dando pistas: “no presento el esquizoanálisis como una nueva especialidad (…) si debe haber esquizoanálisis en alguna parte, es porque ya existe, por aquí y por allá. No hay razón para crear una sociedad particular. El esquizoanáisis se definiría esencialmente por afuera de un campo particular de práctica profesional, por fuera de una sociedad, de una didáctica, etc.” (p. 13) “Es el estudio de las incidencias de los agenciamientos maquínicos en una problemática dada” (Guattari, 2024: 14).
Es el estudio de las incidencias de lo que se reúne en un cuerpo (individual o colectivo) que tendió a la existencia en una situación dada. Sin poner prioridades semióticas ni subjetivas (que también existen). En esa concepción, Guattari destrona al sujeto, al inconsciente, al lenguaje. Existen, pero no solamente. No hay significante amo, o si lo hay, se tratará de ver cómo llegó a colocarse ahí, y cómo captar y alojar moléculas invisibilizadas que también operan en la situación. Por eso habla de “signos-partículas asignificantes”, por eso se refiere a “devenires no humanos”, por esa razón plantea analizar lo esquizo como rarezas que nos habitan, las cuales no dejamos pasar, nos resistimos a incluirlas, a considerarlas como parte de lo que somos.
Por eso, afirma: “por lo general, en las perspectivas psicoanalíticas solo se consideran las cosas como significantes, pero no se las considera en cuanto referente, en un campo social material dado (…) No es un juego simbólico, sino una sucia jugarreta, con auténticos policías, con verdaderas prisiones, con especies de cajas chinas encastradas unas con otras, con descubrimientos, con sorpresas completamente objetivas. No sacaras los problemas de tu galera y de tus interpretaciones, sino que ellas desfilaran en la realidad misma” (Guattari, 2024: 15).
“(…) por lo tanto, no depender de un lenguaje especializado particular, de posturas, métodos lógicos, metodologías particulares” (Guattari, 2024: 15).
“A mi modo de ver, no se trata de un problema de orientación positiva (…), sino que más bien el problema sería, sobre todo, el de no omitir las otras múltiples potencialidades que estarías tentado a olvidar, simplemente por prejuicio, prejuicio psicoanalítico, sistémico, etc.” (Guattari, 2024: 20).
“Pero entonces el problema es saber si se puede salir de una hipótesis no-dirigista –que en todo caso no es la mía-, donde “todo va bien”, haz cualquier cosa y siempre funcionará”. ¿Acaso podemos imaginar una micropolítica del análisis que permita crear entonces condiciones óptimas para el desarrollo de un proceso analítico? Yo tiendo a pensar que sí” (Guattari, 2024: 21).
“A mi modo de ver, cuanto menos magia hay en el análisis o en la transferencia, ¡mejor andan las personas! ¡Más bien hay que preocuparse realmente en cuanto hay magia!” (Guattari, 2024: 28).
Por eso y para concluir, el autor cuestiona la noción de economía libidinal y de deseo como pureza que tiende a salir o se reprime.
“Ya no hay pulsión. ¿Qué es entonces lo que pasa? ¿Qué es lo que impulsa? ¿Qué es lo que nos hace poner colorados? ¿Dónde está la pasión? ¿Dónde está el el motor aquí? Si ya no hay cantidad energética indiferenciada, “quantum de afecto” –“algo que puede aumentar, disminuir, desplazarse, descargarse y que se extiende sobre las huellas mnémicas, como una carga eléctrica en la superficie de los cuerpos”- (como inventó Freud) … “Más que de un quantum de afecto, yo hablaré de un quantum de cualidad, de un quantum de heterogeneidad” (Guattari, 2024: 25 y 36). Y eso dará consistencias que se establecen y desterritorializaciones que emergen.
“Al mismo tiempo, esto derriba la noción de represión (…) Retomemos el ejemplo de esa mujer que perdió sus octavas: ¡sus octavas nos fueron reprimidas! Simplemente, eso ya no se semiotiza. Se han desplomado. No han pasado a otra parte, bajo la mesa, por debajo de la representación. No están ahí, empujando, diciendo: “¡Quisiéramos volver a salir!” La cuestión no se plantea en esos términos. Hay modos de semiotización que funcionan; y luego en otros contextos, no funcionan, se extinguen” (Guattari, 2024: 34).
Nietzsche cita a Heráclito cuando afirma: “El eterno y único devenir, la inestabilidad entera de todo lo real (…) a lo que más se parece es a la sensación por la que alguien, en ocasión de un terremoto, pierde la confianza en la que la tierra esté firmemente asentada. Se requiere una fuerza sorprendente para convertir ese efecto en su contrario, en la admiración sublime y beatificante” (en Safranski, 2019: 122). Esta es la travesía en la que nos embarcamos con Guattari.
Como decía Leibniz, contemporáneo de Spinoza, lo propio de lo posible es tender a la existencia. Siempre que hay Poder, o encierro, o acostumbramiento, o asfixia, o rutina, o el mundo se nos cae; hay que buscar, tentar, escuchar y crear posibles. Siempre hay encierros, pero también siempre hay salidas. No hay salida individual, hay conocimientos singulares en común para salidas colectivas. Encontrar posibilidades donde parecía no haberlas. No nos dejemos engañar por sucias jugarretas. Una práctica clínica que tienda a olvidar estos elementos es coaching.
Bibliografía:
Deleuze, G y Guattari, F. ([1980] 2010) Mil Mesetas. Capitalismo y Esquizofrenia. Pre-textos
Deleuze, G. ([1962] 2016) Nietzsche y la filosofía. Anagrama
Dosse, F. (2007) Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada. Fondo de cultura económica
Safranski, R. (2019) Nietzsche, Biografía de su pensamiento. Tusquets.