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Reseña: ¿Qué dirían los animales si les hicieran las preguntas correctas?

¿QUÉ DIRÍAN LOS ANIMALES... SI LES HICIÉRAMOS LAS PREGUNTAS CORRECTAS?

Quizá resulte una obviedad afirmar que, como nunca antes, en la actualidad los animales ocupan un lugar central en la vida de los seres humanos. El número creciente de hoteles que admiten mascotas; la multiplicación de boutiques especializadas en animales domésticos; las terapias psicológicas para gatos y perros díscolos parecen rendir cuenta acabada de ello. Ahora bien, ¿hasta qué punto esta presencia de lo animal no manifiesta también su ausencia? Es decir, ¿cuánta animalidad deben dejar atrás los animales para poder formar parte del círculo humano? Y, a su vez, ¿cuánta animalidad humana se encubre con la humanización de los otros animales? Dicho sea de paso, ¿de qué seres hablamos cuando usamos el término “animal”? ¿Tienen los mismos derechos de proximidad los perros y gatos que las palomas. las moscas, las arañas o las cucarachas?

De la compleja relación entre los seres humanos y las otras especies se ocupa ¿Qué dirían los animales… si les hiciéramos las preguntas correctas?, de la filósofa belga Vinciane Despret. Se trata de un texto inquietante, agudo, de lectura sencilla aunque de impacto perdurable.

Cada uno de los breves capítulos que lo componen está encabezado por una letra del alfabeto y por una pregunta que puede resultar un tanto desconcertante. Así, por ejemplo, la “O” corresponde a “Obras”, y la pregunta que la acompaña es “¿Los pájaros hacen arte?”; la “G” de “Genios” es seguida del interrogante: “¿Con quién querrán negociar los extraterrestres?”; a la “Q” de “Queer”, la sigue “¿Los pingüinos saldrían del clóset?.

Son varios los objetivos que se perciben en el texto. Uno de ellos es reflexionar acerca de la potencia animal. “Nadie sabe lo que puede un cuerpo”, sostuvo Spinoza. Despret se pregunta: ¿qué puede un animal? Atendiendo a experiencias concretas, realizadas tanto con animales en cautiverio -en laboratorios o reservas- como basadas en la observación de animales en libertad, la inquietud por la potencia animal se diversifica ¿Pueden hacer arte? ¿Tienen conciencia moral? ¿Pueden mentir? ¿Sienten pudor? ¿Disfrutan del reconocimiento de un público? Numerosos relatos de cuidadores, entrenadores o simples observadores que llevarían a responder afirmativamente estas preguntas son contrapuestos a los de biólogos, antropólogos o filósofos que se empecinan en negar esas posibilidades. La autora sugiere que esa obstinación ciega podría ampararse en la necesidad de estos sectores de sostener un sujeto fuerte, de estilo falologocéntrico, cuya supremacía en el reino animal se quiere postular como incuestionable.

La crítica a las líneas dominantes en la investigación científica se nutre también de informes en los que se destaca la crueldad con la que se trata a los animales en los laboratorios. Uno de los ejemplos más impactantes es el de los “experimentos de privación” en los que, en palabras de la autora, “la pregunta por ‘¿cómo los animales hacen tal o cuál cosa?’ se traduce como ‘¿qué hay que quitarles para que no lo hagan más?'”. Esgrimiendo la lógica de la alteración de variables, los investigadores no dudan en amputar los ojos, las glándulas olfativas o los ovarios a ratas o chimpancés hembras a fin de estudiar si a pesar de estas “contingencias” atienden a sus crías, lo que apoyaría la idea de que existe un instinto materno.

Pero el texto no se queda en el mero cuestionamiento a las experiencias y teorías de investigadores positivistas y conductistas, sino que pretende despertar en los lectores una nueva sensibilidad en relación con los animales. No se trata solo de no maltratarlos. La filósofa apuesta a la posibilidad de un auténtico reconocimiento que nos permita valorar, como especie, otros modos de percibir, de razonar, de sentir. En definitiva: otras formas de habitar el mundo.

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