CARTAS A UN TRABAJADOR SOCIAL
Fernand Deligny
A cincuenta años de la publicación de Semilla de crápula. Consejos para los educadores que quieran cultivarla, que se convirtió en una especie de libro rojo que le dio renombre en el ámbito educativo, Deligny retoma, con una pizca de ironía, la literatura de consejos, con las transformaciones de su punto de vista que le dieron su retiro en la zona rural de las Cevenas y sus veinte años de labor junto a niños autistas.
El “trabajador social” al que se dirigen estas cartas es el que, sin trabajar con autistas, lidia día a día con la frontera entre la Hombralidad producto de la Cultura y lo humano de naturaleza que surge y resurge. No son los intelectuales, son los maestros jardineros, psicólogos, profesores, auxiliares, celadores, educadores, sociólogos, psiquiatras, y otros miles que están en la primera línea, testigos de primera mano de lo que puede ser eso “humano” que persiste, aunque expulsado y hundido bajo el orden de lo Simbólico y la Memoria de educación.
Como señala Pierre Macherey en el posfacio, Deligny no parte nunca desde las disputas conceptuales, sino siempre desde los hechos cotidianos que han marcado su vida, a los que convierte en “leyendas”, como la de los botines voladores en el psiquiátrico, la de la niña-reina que desciende la colina de residuos del basural municipal, la de la banda improvisada que, a la fuga, termina acampando en el Vercors, o la de los seis energúmenos que planean robar a un viejita.
La apuesta de Deligny es que la experiencia excepcional con niños autistas puede brindar herramientas para que cualquier trabajador social, sea cual sea la función que le atribuyan las instituciones, escape a la condena de ser un recuperador de los residuos sociales, para convertir su trabajo en una investigación sobre “ese eslabón perdido entre la hombralidad y la animalidad” que traza líneas y trama redes aun en las peores condiciones, que está tejido por infinitivos primordiales como actuar, advertir, trazar, y el principal infinitivo formador de grupos, que atraviesa todo el libro: asilar.
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ÍNDICE
CARTAS A UN TRABAJADOR SOCIAL
Láminas y fotografías
Posfacio
“Ir línea”: leer Cartas a un trabajador social
Por Pierre Macherey
Acerca del autor
Fernand Deligny nació en Bregues en 1913. Hizo algunos cursos de filosofía y psicología en la universidad sin obtener ningún título. En esa misma época comenzó su trabajo en el hospital psiquiátrico de Armentières y entró a la juventud del Partido Comunista, con el cual mantendrá durante toda su vida una relación de fidelidad inorgánica. Fue movilizado en el contexto de la guerra entre 1939 y 1940.
En 1945 publicó Semilla de crápula y se convirtió en director pedagógico del Centro de Observación y Selección de Lille, dirigido a jóvenes delincuentes, donde implementó un formato de puertas abiertas, reclutó instructores sin diploma entre obreros y desocupados del barrio e impulsó talleres remunerados para los internos, entre otras prácticas, que le valieron un prematuro cierre. Esta experiencia es narrada en Los vagabundos eficaces, de 1947. En 1948 trabajó con Henri Wallon en su laboratorio de psicología del niño en París, donde tendrá su origen La Grande Cordée, una red experimental de acogida y aprendizaje para adolescentes.
En la década del 50 se alejó progresivamente de todo lo que asemejara a una institución oficial. En los 60 conoció a Jean Oury y Félix Guattari y se instaló en la clínica La Borde, donde filmó El menor gesto. De allí partió en 1967 hacia la zona rural de Monoblet a vivir con niños autistas. Esta nueva red de acogida dio lugar a los textos reunidos en Los niños y el silencio, Lo Arácnido y otros textos, y el documental Ese pibe, ahí.
Murió en Monoblet en 1996.