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El cattivo maestro y la lección antagonista

EL CATTIVO MAESTRO Y LA LECCIÓN ANTAGONISTA

Una entrevista a Diego Sztulwark a propósito de De la fábrica a la metrópolis y Marx y Foucault, de Toni Negri, los dos primeros volúmenes de su colección de ensayos. Por Editorial Cactus

 1) Sabemos que mantenés desde siempre un interés por el trabajo de Toni Negri. ¿Podés resumirnos cómo ese interés se renueva en el contexto de sus últimos libros, al mismo tiempo que escribe y se publica su autobiografía? 

Es cierto, mi interés por Negri se remonta a la primera mitad de los años noventa, cuando llegó a mis manos un librito suyo publicado en castellano por Paidós, junto con la Universidad Autónoma de Barcelona, precisamente en el año 1992. Recuerdo que la edición venía con una introducción de Gabriel Albiac. En ese libro encontré por primera vez una idea de la posmodernidad desde abajo, leída desde la dinámica de la lucha de clases.

Un poco antes había leído un artículo suyo publicado en una revista de ciencia política que vendían en la Facultad de Ciencias Sociales, El cielo por asalto, dirigida entonces por Atilio Borón y Horacio Tarcus. En el número dos, de otoño de 1991, ellos tradujeron un artículo muy impactante de Toni en el que se trataba de leer el keynesianismo como respuesta reformista del capital a la amenaza de autonomía obrera, emergente con la Revolución Rusa: “J. M. Keynes y la teoría capitalista del estado en el 29” (texto que encontré luego publicado en la edición que Akal hizo del libro La forma-estado y que incluimos en un libro pirata que hicimos desde Lobo Suelto y Tinta Limón compilando los textos que más nos gustaron de Toni Negri y que, lógicamente recomiendo mucho: Una vez más comunismo[1]).

Quiero decir, el primer Toni Negri que leí fue en la coyuntura de la caída de la URSS y de la ofensiva ideológica neoliberal de aquellos años contra las ideas revolucionarias. Luego vino la lectura luminosa de El poder constituyente. Ensayos sobre las alternativas de la modernidad, publicado por primera vez en castellano en el año 1994 en Madrid, por Libertarias-Prodhufi. Ese libro me dio la pauta definitiva de que Negri era el autor que con más sistematicidad teórica y militante se dedicaba a plantear un problema absolutamente esencial para la política y la filosofía, que es el de re-situar la lucha de clases como la premisa que otorga racionalidad y produce conocimientos –tanto teóricos como prácticos– sobre el modo de producción capitalista en todas sus instancias: económica, política, ideológica y jurídica. La lectura de El tren a Finlandia (editado también por Libertarias-Prodhufi, en 1990; con epílogo de Albiac) me puso en contacto con su vida militante. Estas lecturas constituyeron mi primera aproximación a Negri y su obra.

Luego vinieron los años de investigación militante en el Colectivo Situaciones. Ya en medio de la crisis y de la emergencia de un nuevo protagonismo social, hicimos una larga entrevista a Negri, aún preso en Roma. Le permitían estar en su casa de día, pero luego volvía a pasar la noche en la prisión. Eran los años de la publicación de su libro más célebre, Imperio, escrito con Michael Hardt. Recuerdo que lo fuimos a visitar a su casa del barrio de Trastevere. Allí conversamos una tarde entera y nos dio una entrevista muy larga, que me sigue pareciendo genial. La publicamos con el título “Entrevista a Toni Negri” en un libro llamado Contrapoder, una introducción[2] en el año 2001 (Ediciones De mano en mano). En aquella visita le habíamos contado la experiencia de las Cátedras Libres Che Guevara, desarrolladas a partir de la experiencia en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, desde 1997. Para la edición de Contrapoder, Negri escribió especialmente un texto –que llamó así, “Contrapoder”– que citaba con evidente complicidad a Guevara dentro del contexto de su pensamiento. Así que leímos Imperio con mucho interés. Aún si el libro dividió aguas en el mundo de las izquierdas (fue criticado por igual, y por razones hasta cierto punto coincidentes, por el marxismo-leninismo y por el populismo), nosotros lo defendimos apasionadamente. Nos movía una doble motivación: la necesidad de abrir un pensar nuevo para el protagonismo emergente de los movimientos populares (lo que con Toni podíamos llamar “autonomía”), y la chance de hacerlo en una discusión productiva y sostenida con el propio Negri y a través suyo con algunos de sus viejos compañeros como Paolo Virno, Maurizio Lazzarato, o Franco Bifo Berardi, autores que fuimos dando a conocer desde Tinta Limón Ediciones.

Luego vinieron los años de los gobiernos llamados “progresistas” en algunos lugares de América Latina y nuestros intercambios con Toni se volvieron más desparejos. Seguimos leyendo con interés sus libros en colaboración con Hardt (Multitud y Commonwealth, pero también el menos conocido El trabajo de Dionisos), pero sobre todo, al menos hablo por mí, vino el tiempo de profundizar en sus libros de teoría política, sobre todo La anomalía salvaje, La fábrica del sujeto (33 tesis sobre Lenin), Del obrero masa al obrero social y Marx más allá de Marx

Los últimos años, hasta donde conozco, la obra de Negri se sigue desarrollando por las mismas tres vías: está su obra biográfica Historia de un comunista, traducida por Raúl Sánchez Cedillo y editada en Madrid por Traficantes de Sueños, libro extraordinario y desmesurado, muy útil para recomponer un itinerario biográfico, político e intelectual tanto en lo individual como en lo que hace a la historia de la corriente del obrerismo y el postobrerismo italiano; su última colaboración con Hardt, Asamblea, publicado en español el año pasado por Akal, y que tiene poderosas sugerencias sobre la relación entre nuevas formas de cooperación económica y de toma de decisión política y de liderazgo; y finalmente sus obras que desarrollan tesis de filosofía y política, en particular los libros que ha editado Cactus estos últimos años: Marx y Foucault (2019), un libro fuertemente metodológico, y De la fábrica a la metrópolis, que profundiza sus intuiciones sobre la necesidad de pensar la noción de renta y antagonismo en el espacio intensivo y extensivo de la metrópoli contemporánea, intuición que ya estaba presente en la tesis del pasaje de la fábrica a la ciudad-fábrica.

2) En los términos del método negriano, que en Marx y Foucault definís como excedencia y constitución de lo real, ¿cómo caracterizar la toma de Guernica? ¿Podrías actualizar un poco a qué llamabas el “método Negri” (Marx como diagnóstico, Foucault como porvenir y posibles)? 

La toma de tierras que actualmente se lleva adelante por parte de más de 2.000 familias en la localidad de Guernica[3] se inscribe en un momento particular de agudización de la crisis capitalista por efecto de la pandemia del Covid. Entre los primeros síntomas públicos de esa crisis están las tomas de tierras, que son parte de una conflictividad social más amplia. El bloque político y social más derechista, emparentado con el gobierno de Mauricio Macri, desde siempre reacciona ante las organizaciones populares defendiendo el derecho de propiedad a como dé lugar. La novedad es que en el oficialismo actual aparecen por lo menos dos posiciones. Están aquellos que hacen suya la consigna de “hacer cumplir la ley” y defender como sagrado el ya citado derecho de propiedad y aquellos que consideran que el problema de las tomas es un problema de crisis habitacional y no de seguridad. Es decir, como siempre sucede, cuando aparece el antagonismo social, el mapa de lo político convencional se desdibuja, o se redibuja (está por verse). 

Desde el punto de vista de la izquierda (igual que desde la perspectiva populista), muchas veces se dijo que las luchas sociales precisan una conducción partidaria. Sin embargo, cuando aparecen luchas de esta intensidad, parece más bien como si los partidos estuvieran un poco como “en retraso” en relación con la profundidad y riqueza de lo que estas luchas plantean. En este punto es que las consideraciones metodológicas de Negri pueden resultar realmente interesantes, comenzando por la tesis ontológica según la cual el ser (social) está siempre en exceso respecto de toda representación o medida, y que el antagonismo es la forma en que dicho exceso se expresa y se impone. De modo que, del lado de las luchas, hay siempre una riqueza superior, una desmesura tal que vuelve patética toda tentativa de opresión. El gran aporte de Negri es, a mi juicio, el trasladar estas nociones a una concepción histórica que abarca la entera constitución del orden social. En este sentido, el excedente del trabajo colectivo sobre el capital –aun en la actual sociedad neoliberal– funciona como orientador de una cartografía de la cual podemos extraer indicaciones políticas aptas, incluso, para asumir la necesaria reforma en el plano jurídico, en el orden del derecho, en función de un derecho de lo común (acceso común a la riqueza común: de la tierra al conocimiento), contra el marco restringido de las constituciones liberales organizadas sobre el principio de la propiedad privada[4]

Para resumir, a partir de los términos de la pregunta, en los dos nombres propios particularmente brillantes de la tradición europea: Marx es la apropiación de la determinación, Foucault es el proceso de la subjetivación. Marx es el diagnóstico del presente y Foucault la estrategia (la elaboración de posibles). Claro que, para llegar a estas fórmulas, es preciso seguir a Negri en su particular lectura de un Marx por fuera de una filosofía teleológica de la historia, y a un Foucault por fuera de las puntuaciones académicas que lo despolitizan. Esa tarea Negri la desplegó, junto con sus compañeros de la llamada tendencia de la autonomía obrera, en polémica con el entonces influyente Partido Comunista Italiano. Influencia que nos es pertinente, porque está muy presente en las actuales tesis del populismo político en España y Argentina.

3) En De la fábrica a la metrópolis, algo del “comunismo de Negri” (es decir, el modo de persistir en el “dentro y contra”, o mejor, esa fe materialista en la historia que obliga a una suerte de optimismo metodológico) se manifiesta en su modo de analizar, ante los escenarios de mayor fragmentación social, racista y económica, la irrigación mutua entre metrópolis global y periferias, como fuente de valorización capitalista, pero también de hackeo permanente, de apertura de tangentes y locus deslocalizado de resistencia. Nos daban ganas de preguntarte cómo verías la clausura del espacio público actual (contexto Covid) en relación a las condiciones de posibilidad de producción del espacio común ante el cierre virtual de las metrópolis y casi todas sus circulaciones. En ese sentido, ¿cómo ves la emergencia de Guernica, más allá de la “reacción” del suburbio a la crisis habitacional y del trabajo?

Pienso que todxs estamos procesando un poco todo esto. De la fábrica a la metrópolis nos ayuda en el punto en que Negri parte de afirmar que la nueva metrópolis es, ya, “forma de vida”. La metrópolis es a la vez lo “común” que se alza contra la distinción público-privado de la ciudadela burguesa, y es también corrupción de la renta inmobiliaria. Es el trabajo de la cooperación social ampliada y es también su corrupción bajo las formas de explotación vía gobierno del algoritmo. Es excedencia y es, a la vez, explotación de tipo “extractiva”. Se trata de un desborde respecto del espacio-tiempo de la jornada laboral industrial, y a la vez, de una respuesta capitalista que profundiza en la captura del valor social por la vía de la multiplicación de dispositivos financieros. Es decir, la metrópolis misma se define por el antagonismo. Explotación, pero sobre todo, recomposición de la subjetividad productiva en la excedencia de la cooperación social. La metrópolis postmoderna –más allá de la distinción demasiado simple entre centro y periferia– es escenario de un fenómeno crucial o de doble intensidad: autonomía ontológica del trabajo y, a la vez, sometimiento al mando cada vez más abstracto del capital.

Vemos entonces que la explotación de la cooperación social ya no pasa por la capacidad del capital de organizar la producción, sino más bien por su aptitud para montar instancias de captura cada vez más exteriores –es el sentido de la expresión “extractivo”–, complementadas en el plano político con el doble ejercicio de un poder que se impone tanto a partir de una interpretación liberal del derecho, como del gobierno micropolítico del consumo y el deseo. 

Creo que Negri nos ayuda a plantear la pregunta: ¿cuál es la potencia antagonista del nuevo proletariado metropolitano (un proletariado plural, surcado por líneas raciales, de género, de clase, determinado ahora en las múltiples formas de la cooperación social)? Su propuesta apunta a crear “forma de vida”, operando directamente en y sobre la cooperación, reapropiando capital fijo (incluido el propio proceso de construcción del algoritmo cognitivo). En los planteos de Negri se hace posible, por fin, estallar la ficticia distinción entre economía y política, propiedad y violencia. En sus palabras: se trata de crear una “huelga abstracta” (muy corpórea, pero abstracta en relación a la naturaleza del mando del capital y a las operaciones cognitivas de la propia cooperación). Una huelga capaz de “romper” el algoritmo, para construir “nuevas redes de significación”. Se trata del problema clásico de la lucha salarial, tomada ahora en su sentido más amplio, como ingreso social, y de la huelga, en condiciones posmodernas de gestión de la fuerza de trabajo. Así hay que leer la afirmación de Negri según la cual “sin producción por parte del trabajo vivo, sin subjetivación, no hay algoritmo”. La otra cara de esta “huelga”, es la ruptura de la subordinación de los consumos a la dimensión monetaria, por la vía de la recuperación del mando de la cooperación sobre el consumo.

Me parece que Toni Negri sigue dando lecciones únicas sobre la renovación del antagonismo social, en este caso, en torno a la espacialidad política del fenómeno urbano. ¿Cómo pensar todo esto en medio de la pandemia? Nuevamente, es lo que todxs estamos procesando. Pero creo que el principal aporte de Negri sería el de ayudarnos a pensar desde la perspectiva del excedente de la cooperación colectiva, su presencia en el espacio, y la extrema tensión que las luchas sociales le imponen a una temporalidad neoliberal en crisis, que quisiera poder resolver esta crisis en su favor por medio de una rápida vuelta a alguna clase de normalidad. Ante el enorme peso de las tendencias capitalistas a imponer el orden, Negri parece recordarnos el caute de Spinoza. ¿En qué sentido caute? En sentido perceptivo. Los neoliberales nos quieren convencer de que no hay reproducción social por fuera de las categorías de la valorización capitalista. Negri nos ayuda a colocar el antagonismo dentro de la reproducción y, con ello, a ver el “contra” que habita el “dentro”. Dentro y contra, haciendo del tiempo de la excepción o de la crisis un punto de vista propio. Una vez más, el hilo rojo de las luchas es la premisa desde la cual se enhebra el sentido de los textos del “cattivo maestro”.


[1] https://tintalimon.com.ar/libro/una-vez-m%C3%A1s-comunismo/

[2] https://tintalimon.com.ar/libro/contrapoder/

[3] Para interiorizarse sobre la toma de Guernica conviene conocer esta investigación del centro de investigación política Edipo: http://lobosuelto.com/el-conflicto-por-la-tierra-en…/ y escuchar la voz de Neka Jara, integrante de la asamblea feminista que allí funciona: http://lobosuelto.com/ante-el-inminente-desalojo-de-la-toma-de-guernica-entrevista-a-neka-jara-de-la-asamblea-feminista-de-la-toma/?fbclid=IwAR25OyLtYg4b-3qI7bTrLt38WMeMts3TDly8V19VqYuPzu4i-mCdFIPwyaM

[4] En esta perspectiva trabaja por ejemplo el arquitecto argentino Gustavo Diéguez. Vale la pena leer sus puntos de vista sobre un urbanismo de la cooperación: http://lobosuelto.com/para-un-urbanismo-de-la-cooperacion-gustavo-dieguez/.

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