PERDER LA CARA.
BITÁCORA DE VIAJE
Extracto del Conversatorio con Marie Bardet organizado por el grupo de estudios Emosido Engañado, Córdoba, junio de 2022.
Por Claudia Huergo
Día uno: Marie escribe y dice voy a Córdoba. Es un mensaje con consecuencias. Antes incluso de poder contestar este mensaje, alguien en la consulta esa misma tarde relaciona sus trabajos de registro con algo de lo que ella dice en un seminario, en algún lado. Antes incluso que le cuente a él que Marie viene, personas están ese mismo día pidiéndole sus libros. ¿Qué se agita allí? ¿Qué tocamientos son esos? ¿Qué contactos sin tacto?
¿Lo presentamos? Lo presentamos.
Día 3: Estoy leyendo, subrayando. Estoy muy demorada, me digo, me colgué ya con la historia de la correspondencia entre Elizabeth de Bohemia y Descartes. Marie hace de esa primera hendidura que le presenta Elizabeth a Rene a través de la cuestión del tacto, un lugar por donde el edificio del dualismo empieza a derramar. Y siento cómo, de esa operación de meter mano en esa hendidura empiezan a salir cosas, intuiciones corporales, pensamientos que pesan y cuerpos que no se avienen a ser una res extensa, que derraman también más allá de la piel, igual que derrama la oposición individuo-colectivo, cuerpo-psique.
También me demoro en los cruces entre psicoanálisis y marxismo, cuando dice: no se trata aquí de pensar los lazos, los acuerdos y desacuerdos entre lo individual y lo grupal, entre sujeto y sociedad, entre psiquismo individual y psiquismo social, entre trabajo clínico individual y trabajo o acciones políticas colectivas; ni de hacer puentes, ni de hacer converger acuerdos/desacuerdos. Se trata de la co-extensión radical, de base, entre uno y otro, no tanto cómo se alían, sino cómo emergen conjuntamente.
Listo. Toda nuestra maquinaria colapsada, nuestras pequeñas excusas, nuestros modos de resolver: un poco y un poco, ni tanto ni tanto, el dulce equilibro, el ansiado punto medio. No, no se trata de eso. No se trata de revalorizar el cuerpo, no hay un anuncio de una salida del dualismo o soluciones holísticas totalizantes. No se trata de una nueva y buena teoría del cuerpo. Rajarse del marco binario, y de todos sus nombres, activo-pasivo, femenino-masculino, winner-loser no vienen por el lado de las prescripciones.
Me muero, me dice Marie al segundo o tercer trago de Penicillin (whisky escocés, almíbar de jengibre, jugo de limón, perfumes de islay) si llegan a decretar el uso obligatorio del lenguaje inclusivo. Yo, que mezclé con Negroni la sigo leyendo. Rajarse de los marcos binarios es otra cosa: abrir, hender. Huir no es renunciar a la acción. Rajarse es asumir también las huellas, las cicatrices que dejan esas fugas.
Pienso con nostalgia: ¿qué haremos, querida Marie, con todos estos siglos de poesía del alma, con el cuerpo tallado por el dualismo, con todas las veces que nos disculpamos diciendo: no sos vos, es tu cartesianismo? ¿Qué quedará de nosotros sin él? Una Marie borgiana supongo que contestaría: hay tantas otras cosas en el mundo.
Sigo demorada. Me reto, esto es una presentación y no el divague de un grupo de estudios, señora, diga algo del libro, algo que sea claro y distinto y que pueda la gente que nos escucha diferenciar y oponer y jerarquizar. Entiendo cómo están chocando mis operaciones de lectura, colapsando mis habilidades presentariles. Marie me explica: los efectos del pensamiento cartesiano sobre las prácticas de relación entre saberes/poderes funda, en la diferencia cuerpo-mente, un método de conocimiento racional, vertical, a distancia, claro y distinto, legítimo. Esta lógica racional regula e higieniza la relación con toda sensorialidad, reparte las voces y los gestos autorizados, las prácticas y discursos sobre los cuerpos.
La señora que hay en mí se tranquiliza un poco. Marie no está criticando al dualismo y al binarismo ni se está quejando ni defenestrando nada. Su operación de escritura es más una mostración de cómo ese culo que está entre dos sillas, entre dos lenguas, ese sapo de muchos pozos salta del campo de las prácticas somáticas, de la danza, a las clases y los talleres, a las camas y las casas y las luchas feministas. No porque todo sea lo mismo. Insiste y se obsesiona en mostrar esa correspondencia, esa continuidad. Y llego yo agotada de seguirla y de haberme hecho por un rato, por unos días, en esa misma co-extensión. (Nota mental: el binarismo nos oxida las articulaciones, los movimientos. Es como tener tres atmósferas encima, bancatela, ¿qué esperabas?)
Día 5. Hay un tufillo de fracaso en todo esto.
Día 6. Al tiempo que estoy soñando que fracasa esta presentación (un sueño, sueño, de esos que uno hace dormida) llega un mensaje de Carola que dice que no se puede hacer la presentación en el lugar que estaba planeada.
Día 7: Marie sueña en correspondencia, otro sueño de fracaso de la presentación. Sí, nos contamos los sueños. Y los sueños también cuentan. Piensan. Son operaciones de pesaje.
Bueno, digamos cuál es el fracaso: no van a encontrar en este libro un púlpito al que subirse y despotricar contra el dualismo. Ni asomo de esas pequeñas satisfacciones de la queja, ni la virulencia de una defenestración. Es algo más sutil: muestra, mete mano en esas fisuras, sigue la fibra, expande. Cuando puede también hace otras cosas: asesta golpes/preguntas. Es un libro plagado de acciones. Parece que nos dijera que no se trata tanto de entender o de bien explicar, sino de pequeños ensayos, comprobaciones. Como cuando nos dice: sopesar el cuerpo de otro, dejarse sopesar por otro, dejarse sopesar por el piso, sopesar algo del piso a través del contacto, dejar que mis pies sopesen mi cabeza como modo de caminar, que mi cadera sopese mi tronco, pero también mis piernas a través de la articulación de la cadera, mi brazo sopesando mi antebrazo, así infinitamente, un modo de ahuecar preguntas sin respuesta, de implicarse con la situación gravitatoria, global y fragmentaria, situada y móvil.
Día 8: Abandono toda esperanza de tener una perspectiva, un punto de vista, una visión global, alguna idea a modo de vuelo de pájaro para transmitir sobre el libro. No se puede. Porque hay allí, aquí, pequeñas historias. Y hay que seguirlas. Demorarse y hacer morada. Este libro lleva 10 años escribiéndose. Y reclama para sí la paciencia de un encuentro. Retomarlo o remontarlo como se remonta un río, en sus pequeñas estaciones, parajes. Seguirla en el trabajo de detallar, de meter mano, siguiendo la fibra, la hendidura, expandirla, meter preguntas allí. No es un trámite. Es asumir un uppercut al dualismo, menos como una guerra que nos obnubila, que como una cocina de elaboración de unas armas tiernas. Hay una decisión política, diría, de no tener que dejar fuera el lado B para poder decir algo del lado A.
No sé si El Señor la habrá elegido como su mejor guerrera para darle estas batallas, pero de todos modos queremos que nos cuente, y queremos saber por resonancia, por contacto, y no por representación. Si yo fuera una presentadora televisiva quizá empezaría esta conversación diciéndole: ¿Marie, vos cuándo te diste cuenta que algo de todo esto no iba muy bien?
Claudia Huergo
>>Hacé click acá para descargar el pdf de libre circulación con la transcripción completa del conversatorio, editado por Té de Boldo<<